viernes, 2 de abril de 2010

Buscar bajo la cama

Nota original: http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=498358
De Rafael Cardona


No sucedió como en las viejas historias ni el esqueleto estaba dentro del armario. La carta robada estaba sobre el escritorio donde nadie iba a buscar y el cuerpo de la niña dormía para siempre prensado entre el colchón y la cama.

Pasto interminable para la escandalera amarillista de los medios agravada en estos días por la profusa cantidad de mensajes emitidos por teléfonos celulares, MSMs; twitters y facebooks. Ahí esta el resultado del chismorreo infecundo, alarmista, alharaquiento de las redes sociales.

Todos sorprendidos y todos estupefactos de ver cómo sus afanes digitales fueron nada más munición, para construir la pantalla familiar junto con espectaculares, mantas y fotografías en los centros comerciales. Quien haya asesinado a la niña nos demostró la párvula edad de los medios mexicanos. Todos acarreados en la ola sensiblera de la inexplicable (por inexistente a fin de cuentas) desaparición.

Mientras los ociosos condolidos twiteaban, el cadáver se pudría bajo las narices del procurador Alberto Bazbaz y sus sabuesos incapaces de levantar un colchón.

“…mientras los otros sacan y tiran todo al suelo. Los vestidos, los gorros, nuestros juguetes, los zapatos, los trajes de mi padre. Vacían los armarios, el aparador, arrancan la ropa de las camas y vuelcan los colchones... ¿Dónde está?”.

Así describe Ryszard Kapuscinski una revisión de los soldados rusos en su casa de infancia. Muy diferente de cómo buscaron los anósmicos (no tiene olfato) y miopes detectives “bazbazianos”, ahí nomás donde mira la suegra.

Hoy Paulette llama la atención como apenas lo hizo en su tiempo el caso ya olvidado de Elvira Luz Cruz y con más morbo del dispensado al asesinato de menores en Durango, víctimas de las ráfagas de una banda de gavilleros, de pandilleros de cualquier ralea; de narcotraficantes, soldados desertores o vaya usted a saber quiénes. Esos son casos sin solución, datos nada más para la estadística, pero no materia del dolor social.

Los mexicanos hemos llegado al extremo de considerar naturales, y por tanto y a la larga insignificantes, las lejanas y distantes muertes en la serranía, sean por enfrentamientos entre bandas o contra fuerzas del orden o por el “operativo” y cercanas e importantes, emocionalmente significativas, sólo aquellas cuyo acaso sucede en los sitios cercanos a nuestro entorno o nuestro conocimiento exagerado por los medios casi siempre mediante el indebido aprovechamiento de la sensiblería.

No le duelen a nadie (socialmente) los descabezados de Guerrero o Michoacán, pero sí los estudiantes del Tec de Monterrey o la niña bajo el colchón de su cama después del rezo materno de las oraciones nocturnas.

Quién lo hubiera dicho: el paraíso de colchitas coloridas y muñequitos de peluche se convierte de pronto en el retrato del infierno; el pudridero bajo las sábanas infantiles.

Del domingo 21 al pasado día 31 del mes anterior, la sociedad mexicana adicta a la TV tuvo sus 10 días de conmoción. Y los medios su hartazgo de ruindad y manipulación.

Cuando se haya deslindado la identidad del (o los) responsable(s) del “almohadazo” o cualquier otro medio de sofocación de la niña, terminadas las diligencias y consignados al juzgado los responsables, tendremos sustituto del caso “Cabañas” en el real e interminable reality show de los asuntos policiacos cuya propagación por los medios es parte del circo sin pan de nuestra nueva sociedad.

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