lunes, 29 de junio de 2009

La extraña ausencia de Ramón Sabala

Yo supe del amigo de un amigo, el extraño caso de Ramón Sabala. Cuenta la historia que Ramón era una persona normal, sin ningún atributo particular que lo hiciera ligeramente sobresaliente. Era una persona ordinaria, ni alta ni chaparra, ni gorda ni flaca. No era tonto pero definitivamente no era una eminencia. Supongo que por eso pasó lo que pasó, y no fue tan irreverentemente extraño como podría suponerse bajo otras circunstancias.
El día que desapareció la gente de su trabajo pensaría que estaba enfermo, sus amigos que se había olvidado de verlos o que le había salido algo, y los demás, la verdad lo olvidaron por completo.
El segundo día alguien rumoró que había escuchado que había renunciado, aunque en realidad hablaban de otro Ramón, uno de otro país que salía a veces en la tele. Los amigos se inventaron razones para justificar su ausencia, aunque nadie sabía realmente nada. Los demás lo olvidaron al tercer día. Y al cuarto nadie recordaba quién era el colado de las fotos.
Al cabo de dos años con cinco días, regresó Ramón Sabala, a la comunidad de Todos Santos, en el municipio de La Paz.
Dice el amigo de mi amigo, que lo escuchó de un tío abuelo que casi nunca ve, que Ramón Sabala lucía exactamente igual, tal vez un poco más quemado de la piel, tal vez un poco flaco, pero muy parecido igual.

Ésto lo sabe él, Don Silverio, porque era el fotógrafo del pueblo.
[ Él era el tío abuelo del amigo de un amigo que casi no ve, no por ceguera, sino por distancia. ]

Poco a poco empezaron a recordar al colado de las fotos. Es un pueblo chico, y de ésto no hace tanto tiempo. Así regresó Ramón Sabala, sin que nadie lo notara. Sin notar que se había ido. Sin notar que nunca estuvo.

*** FIN ***
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Me acordé de Juan Rulfo, y nostalgia del pueblo ausente, de repente... esta foto sí es de Todos Santos... parece desierto, pero en realidad esa arena es de mar.

DE "LO CORTÉS NO QUITA LO CABRAL"
-- ¿Por qué ya no escribes Juan? -- pregunté.
-- Porque la gente que me contaba todas esas historias, se murió.

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(aquí un fragmentito)

"--¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?

--Comala, señor.

--¿Está seguro de que ya es Comala?

--Seguro, señor.

--¿ Y por qué se ve esto tan triste?

--Son los tiempos, señor. [...]

--Sea usted quien sea, se alegrará de verlo.

En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más adelante, la más remota lejanía.

--¿Y qué trazas tiene su padre, si se puede saber?

--No lo conozco --le dije--. Sólo sé que se llama Pedro Páramo.

--¡Ah!, vaya.

--Sí, así me dijeron que se llamaba.

Oí otra vez el "¡ah!" del arriero.

Me había topado con él en Los Encuentros, donde se cruzaban varios caminos. Me estuve allí esperando, hasta que al fin apareció este hombre.

--¿A dónde va usted? --le pregunté.

--Voy para abajo, señor.

--¿Conoce un lugar llamado Comala?

--Para allá mismo voy.

Y lo seguí. Fui tras él tratando de emparejarme a su paso, hasta que pareció darse cuenta de que lo seguía disminuyó la prisa de su carrera. Después los dos íbamos tan pegados que casi nos tocábamos los hombros.

--Yo también soy hijo de Pedro Páramo --me dijo. [...]

--¿Qué dice usted ?

--Que ya estamos llegando, señor.

--Sí, ya lo veo. ¿Qué pasó por aquí?

--Un correcaminos, señor. Así les nombran a esos pájaros.

--No, yo preguntaba por el pueblo, que se ve tan solo, como si estuviera abandonado. Parece que no lo habitara nadie.

--No es que lo parezca. Así es. Aquí no vive nadie.

--¿Y Pedro Páramo?

--Pedro Páramo murió hace muchos años.

Era la hora en que los niños juegan en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la tarde. Cuando aun las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol.

Al menos eso había visto en Sayula, todavía ayer a esta misma hora. Y había visto también el vuelo de las palomas rompiendo el aire quieto, sacudiendo sus alas como si se desprendieran del día. Volaban y caían sobre los tejados, mientras los gritos de los niños revoloteaban y parecían teñirse de azul en el cielo del atardecer.

Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos...".




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