lunes, 6 de julio de 2009

Cuando roncar sea un acto de protesta


De todas las cosas respecto a las que me considero intolerante, creo la que más que jode las bolas es el sueño que me da después de comer.
No importa cuán ligera sea mi comida, siempre experimento un madrazo de somnolencia, como si fuera una droga, que me hace irremediablemente estúpido. Es como si la comida revirtiera el efecto de las 3 tazas de café que me tomo en las mañanas, y las reemplazara por té de valium.
Digo, no puedo fundirme el estómago con cafeína. De por sí lo tengo bastante maltratado.
Tal vez en el futuro, cuando la ciencia avance, cuando no haya más religión que la razón, cuando hayamos reventado el mundo y milagrosamente lo hayamos recuperado, entonces tal vez en mi mundo imaginario, tal vez haya cuartos de dormir en todas las oficinas del mundo.
Entonces, y sólo entonces, el sueño será entendido como la condición natural del hombre, y se ejercerá libremente como un derecho fundamental, pero eso sólo será cuando roncar se vuelva un acto de protesta.

Amén, shalom, namasté.

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