jueves, 1 de octubre de 2009

José en un día nublado



Eran las 10:58 hrs. de un día nublado. La luz se promediaba entre las nubes, y eran imposible saber de qué lado estaba el sol, imposible reconocer el norte del sur, la mañana de la tarde.

Caminaba José por la calle, ni desanimado, ni emocionado por nada. Suplicaba por un poco de café. Habemos algunos animales que no despertamos del todo hasta que bebemos café, aún en aquellos días extraños en los que dormimos espléndidamente. José era uno de ellos.

José pensaba en los días nublados, en lo poco expresivos que son, en la pesadez existencial que provocan, especialmente en un país en el que la tristeza tiene calidad de exportación, y la ilusión del sol es importada, si no enteramente del extranjero, al menos de parajes lejanos al centro del país, que parecen de otras partes del mundo.

José se veía más viejo de lo que en realidad era. Él, y todos los de la ciudad gris, tenían estos rostros largos de la crisis, del consumismo frustrado, de las recetas médicas incomprables, del desempleo inusitado, de la incomodidad del metro.

Los "depas", reflejan lo que es vivir en una ciudad en la que te venden cajones de cemento que no son sino prisiones que te ocultan de un mundo no muy agradable, pero que te permiten crear la ficción de una realidad artificial, y que no son sino habitaciones de pánico exorbitantemente costosas. Eso no es vivir, sino mera supervivencia inmersa en negación.

José no tiene depa, pero quiere uno. También quiere un coche que no puede comprar, ni quiere manejar. José quiere consumir, pero no puede. Vive en la ilusión del deseo, húmedo de su sudor y su sangre, que no está dispuesto a dar por nada salvo por cosas materiales. Todo está a la venta al mejor postor, si le llegan al precio, en un mundo pequeño mesurado por el dinero.

José no sabe que él no vale más que lo que trae en la bolsa. José, el día de hoy, vale sólo 50 pesos. En la noche no valdrá nada, porque lo asaltarán, y morirá feliz en su ignorancia, pensando que irá al cielo, sin saber que la entrada cuesta también, una cifra que no podría pagar.

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